Dolors Alberola presentó su libro más reciente en Jerez.
El acto tuvo lugar en la Casa de las Mujeres y en él intervinieron Domingo F. Faílde y Margarida Ledo Coelho
Dolors Alberola nació en Sueca (Valencia), el 14 de enero de 1952. Cursa estudios de Medicina, que abandona para obtener el título de Procurador de los Tribunales, siendo la primera mujer de aquella Comunidad que ejerció dicha profesión. Desde finales de los setenta reside en Andalucía, donde ha trabajado como periodista. Vive actualmente en Jerez de la Frontera, dedicada de lleno a la literatura. Entre los numerosos premios con que ha sido reconocida su obra destacan los siguientes: Carmen Conde (1998), Premio Internacional Ciudad de Miranda (2000), Premio Bahía de Algeciras (2002), Premio Villa de Peligros (2002), Premio de Poesía Vila de Martorell (2003), Premio Cálamo de Poesía Erótica (2003), Premio Victoria Kent (2005), Premio José Luis Núñez (2005), Premio de Poesía Ernestina de Champourcin (2005), Premio Ciudad de San Fernando (2005), Premio María Luisa Sierra (2005), Premio Ciudad de Torrejón (2007), Premio de Poesía Pastora Marcela (2007) y Premio Internacional de Poesía Alonso de Ercilla (2008). En dos ocasiones (2000 y 2007) ha sido finalista del Premio Andaluz de la Crítica y en una del Premio de la Crítica Valenciana (2000). Ha publicado los siguientes libros de poesía: Trizas (Sueca, 1982); La quejumbrosa vida de John Stemberg (Puerto de Santa María, El Ermitaño, 1997); Cementerio de Nadas (Madrid, Torremozas, 1998), premio Carmen Conde; El medidor de cosas (Ayuntamiento de Miranda de Ebro, 1999, 1ª ed. y 2000, 2ª ed.), premio internacional Ciudad de Miranda y finalista del Premio Andaluz de la Crítica; Historias de snack bar (Jerez de la Frontera, EJE, 2000), finalista del Premio de la Crítica Valenciana; Ire(né) Lanuit (Valladolid, Editorial El gato gris, 2000); Conversaciones con Uriel, el pacificador de cosas (Cádiz, Excma. Diputación Provincial, 2001); Una nena que porta al cap un ganivet (Córdoba, Aristas de Cobre, 2001); El vagabundo de la calle Algarve (Algeciras, Fundación José Luis Cano), premio Bahía 2002; Apocalipsis Sur (Granada, Excma. Diputación Provincial, 2003), premio Villa de Peligros 2002; El último tren (Chiclana, Fundación Vipren, 2003); Cementerio de arena (Cuadernos de Orpheu, Brasil, 2003), El monte trémulo (premio Vila de Martorell, 2003), Decomo (premio Cálamo de poesía erótica, 2003), en colaboración con Domingo F. Faílde, Esa mujer de Lot (Els Plecs d’Alfons el Magnànim, 2004); Juego de Damas (Sevilla, Instituto Andaluz de la Mujer, 2004); Ciudad contra la lluvia (premio Victoria Kent, 2005); Acaso más allá (premio José Luis Núñez, Sevilla, 2006); El don del unicornio (premio Ernestina de Champourcín, Álava, 2006): El libro negro (Madrid, Huerga & Fierro, 2006), premio Ciudad de San Fernando; Ángel oblicuo (premio María Luísa Sierra, Bornos, 2006), Arte de perros (Jerez, EH, 2006), El ojo y el tiempo (Madrid, Vitruvio, 2007), De donde son las voces (2008) y Del lugar de las piedras (2009). Una amplia selección de su obra figura en De piedra y sombra. Antología poética (1982-2006). Barcelona, Atenas, 2006. Traducida al gallego, catalán, portugués, francés, italiano, árabe, serbio y ruso, su obra ha sido recogida en diversas antologías: La palabra debida (Sevilla, Instituto Andaluz de la Mujer, 2000); Mujeres de carne y verso, antología poética femenina en lengua española del siglo XX, sel. de Manuel Francisco Reina (Madrid, Esfera Literaria, 2001); Poetisas españolas, antología general, de Luzmaría Jiménez Faro, tomo IV: de 1976 a 2001 (Madrid, Torremozas, 2002); Ilimitada voz, Antología de Poetas Españolas (1940-2002), sel. y estudio de José Mª. Balcells (Cádiz, UCA, 2003); Reinas de Tairfa. Poesía Femenina Gaditana (1982-2002), sel. y estudio de Manuel Moya (Fundación Caja Rural del Sur, Huelva, 2004) y El placer de la escritura o nuevo retablo de maese Pedro (Cádiz, UCA, 2005). Ha colaborado en la prensa literaria, revistas especializadas y numerosas publicaciones colectivas.
Varias frases a modo de poética
No creo en la diferencia intelectual de los sexos. Me encanta la física en el poema, lo surreal en lo real, el arte en todas partes. Si Dios fuera pequeño lo firmaría Miró, o Dalí, o Estellés le escribiría versos para declamarlos desde el cielo. Amo a Lorca. No soy traumáticamente organizada.
Mi vida no se cuenta a rajatabla. Ella escribe mi vida, la del yo. Verbalmente incorrecto este título, pero con coordenadas móviles, inseguras y ciertas, tal la vida. A qué, yo me pregunto, fijar con tanta precisión el verbo. El poema es mental, el universo es mental y no puede fijarse con toda exactitud.
Agua es la palabra, pero deja con sed. La sed que no se apaga entre sus sobrias formas. Zahorí de los signos, precipito mi mano hacia esa fuente, para no escuchar, no decir, no ver jamás el poema buscado.
Creo que el hombre es tan grandioso que no cabe en sí mismo y se esparce en los volúmenes, en las fotografías fijas de sus ojos, en los labios de otros, en el sueño. La muerte es el sueño más largo y en él, al esparcirse el tiempo en el no tiempo, fluimos como luz.
El poeta no existe. La fracción ya es tan sólo poema. Un verso enamorado. Un Quijote que cierra la visión ordinaria de la vida para empezar su creación y compartir su luz con Dulcinea. Todo lo hasta aquí escrito son apenas cimientos, todo lo hasta aquí amado me dará nueva voz para aprender a amar definitivamente
Una vez escribí que “ser poeta es saber que nunca llegara la Ítaca”. La utopía, es decir, ese algo más al que nunca debemos renunciar, forma parte del sueño del poeta, del deseo del poeta que, bajo ningún concepto, se debe conformar con la realidad. Será quizá por ello que “el verdadero poeta es el profeta, el que sabe que nunca podrá crear lo único” y que está condenado a “morir con las vocales puestas, las consonantes puestas, la sangre transformada en sonido y en signo”. La poesía, pues, es música, aire, latido, pero también es carne, sentido: pasión. Y por este motivo no se debe ocultar, no se puede negar, cegada por velos hermosos, a salir a la calle, a dar la cara cuando es menester.
Se escribe para la memoria que, desgraciadamente, ha muerto –teniendo en cuenta la anulación del fenómeno tiempo, o sea, llamando “es” a lo que “será”-. Mientras no hagamos la paz y comamos del amor, el tiempo no cobrará vida y la posteridad será el infierno o la nonada que levantemos juntos. Se escribe para sabernos hombres. Se escribe para retornar al original de la imagen, para copiar al dios de cada uno, para amar con sonido, para hacer testamento y, como dijo Anaïs Nin, para exorcizar, a veces.
El mundo es un animal bellísimo que, en tanto lo hacemos agonizar, nos regala primaveras como la que he visto este año, llena de flores malvas, amarillas y azules, pinceladas de rojo y amapolas. Os quiero. Intento evitaros todo aquello que me hace agonizar casi constantemente.
El poeta nunca escribe su mejor poema, pero cada día lo intenta, en cada verso eleva una nueva ciudad que tampoco es la suya, busca, busca, busca, sencillamente, la utopía.